No sin los pañuelos de moda de Audrey Hepburn

Mujer con pañuelo de moda a la cabeza como Audrey Hepburn

En el desván de los tesoros, Marina hizo un descubrimiento maravilloso que cambiaría nuestras tardes de confinamiento. ¿Quién se pide ser Audrey Hepburn?

“Personalidad, Clara, personalidad. Personalidad y decisión”. Para Marina los complementos son un punto y aparte a la hora de dotar de vida propia un “total look”. Así se pasa en Mi Piel las horas muertas, viendo lo que hay, desempaquetando lo que llega y fantaseando con cada bolso, billetero, mochila o maleta. Yo siempre he sido “más simple que las pesetas” vistiendo, o eso me dice ella normalmente, con ese rostro divertido y a la vez grosero que tanto le encanta poner cuando sabe que sabe. A veces dudo si lo dice para poder usarme de maniquí -esta opción casi siempre gana en las apuestas- o porque efectivamente tengo un estilo clásico… clásico o sporty chic, lo cual tampoco sería mentira del todo. 

La casa de mis abuelos es un cofre del tesoro ilimitado. Recuerdo, no hace tanto tiempo, en una tarde de esas de proyector y cine en blanco y negro, y en un alarte de imitación de nuestra Grace Kelly, Marina se tropezó con una caja medio mal situada en un rincón del desván. Supongo que mi abuela habría estado en los últimos días colocando y recolocando “trascos y más trastos”. Había sido un patinazo de esos en los que te das cuenta de que todos tenemos un equilibrista dentro, que de vez en cuando -“¡tachán!”- hace acto de presencia y no sabes por qué. 

“¡A poco de matarme, Clara!” No tardó en pasársele el susto, aún cuando yo estaba todavía esperando el coscorrón con cara de querer tener en ese momento el poder de la inmovilización molecular.  Sus ojos se abrieron y el azul de sus iris parecía deshacerse en chiribitas. El rostro de velocidad momentáneo, había recibido algún tipo de hechizo desvanecedor y le había mutado a perplejidad, felicidad y un poquito de travesura e intenciones. “¿Marina…?” 

¿Marina? ¿Tu sabías de esto y nunca, jamás, en la vida y en todos estos años me habías contado nada?” Como una niña pequeña y sin importarle, por primera vez, el polvo del suelo que llevaba por nombre ‘viejo desván’, se sentó de cuclillas sacando una a una las pañoletas de los años quién sabe cuáles de aquella caja. “Pañoletas, Clara, pañoletas de todos los colores, oscuras, claras, brillantes, cortas, largas…” En un abrir y cerrar de ojos tenía dos al cuello, una en la cabeza y otra atada a su Bandolera Rosme de la Colección Zurich -¡cómo me gustaba esa bandolera!-. “Inspiradas primero en los gitanos y sus atuendos, las mujeres las fueron adaptando a sus trajes hasta hoy. Las pañoletas tienen una trayectoria casi tan milenaria como las mochilas”. Decía ella ensimismada, sin dejar de ponérselas por encima. “¿Sabes de quien era su accesorio preferido? ¡De la mismísima Audrey Hepburn!” 

Un tropezón por Grace Kelly nos había llevado, de bruces, a Audrey Hepburn. Aquello ya me empezaba a gustar. Aquellos pañuelos en la cabeza, un detalle que confería un aura místico sin igual, me había traído la imagen de esa estrella dorada de Hollywood y también muchas de las escenas de Desayuno con Diamantes. Marina estaba metida totalmente en el papel, con un pañuelo de seda verde musgo atado por debajo de la barbilla, paseándose de arriba abajo en el desván.

Marina se llevó aquel día a su casa como diez pañuelos, con la intención clara de devolverlos a su caja original. Sin embargo, el tiempo pasó rápido, yo no recordé aquel robo fortuito y entrañable, y ella supo esquivar el paso de los días en silencio y sigilo. Hasta aquella tarde de confinamiento y videollamada con nuestras amigas Emma y Sofía. Normalmente nos reuníamos los viernes en torno a un vino blanco online. Marina desapareció en mitad de una conversación sobre el último bolso que había llegado a Mi Piel, uno precioso en relieve de Noco Complementos. “¿Sabéis qué le va bien a ese? Ahora vuelvo”. Desapareció como unos 15 minutos y volvió recordándonos aquella escena de El diario de Bridget Jones, en la que la protagonista, en un intento de lucir sofisticada, colocaba un corto pañuelo blanco de seda sobre su cabeza antes de subir al coche de su adorado Daniel Cleaver. En este caso el pañuelo era marrón, a juego con las asas del bolso. 

Aquella tarde fuimos Audrey Hepburn, Jackie Kennedy, Sofía Loren; transgresoras del rock and roll o hippies ibicencas. Anudados alrededor del cuello, de la cintura, a modo de bandana para el cabello… Una auténtica clase magistral para tener “personalidad, Clara, personalidad” con un complemento que desde los años 50 -cuando Hollywood comenzó a imponer su voluntad en la moda- es un posible en cualquier look. Hermès, Givenchy, Chanel, Valentino, Louis Vuitton… Como bien dice Marina “lo importante no es ni siquiera su color, sino cómo combinarlos”. 

Fueron días de mucha reflexión, no solo sobre cómo ponernos los mejores complementos o qué libros leer en las próximas semanas de “encierro”. En Mi Piel también pudimos preparar una vuelva a la rutina maravillosa, empezar a soñar con los siguientes viajes… Hablando de viajes, ¡hoy llegan las nuevas maletas!

Publicado por tiendamipiel

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